La ira divina

Los mortales no escuchan a los dioses. Sus oídos están tan acostumbrados a sus propias palabras que las palabras divinas les parecen muy lejanas, de una lejanía que raya lo imposible. Son así.

A lo máximo que prestan atención es a los sacerdotes y a sus dioses inventados. Van a las iglesias como van a las canchas de futbol, para sentir la Comunidad, la Pasión, la Victoria... Pero tratando a los futbolistas como a meros títeres... ¡Sin darse cuenta de quién es títere de quién!

La distancia entre un dios y los mortales es demasiado grande. La incomprensión es mutua. El drama es que mientras los mortales tienen al resto de los mortales, yo solo me tengo a mí mismo y a estas pequeñas criaturas que no me hacen caso, que no me ven, que no me creen. Les voy a destruir. 

¡Caiga fuego sobre sus cabezas! ¡Mueran agonizantes, agonicen, sepan todo lo que pierden (¡pierden todo!) o mejor, mueran rápido, mueran sin darse cuenta de lo que es ser vivo ni lo que es ser muerto! Como les odio, malditos... Les destruiré cuando menos se lo esperen.

No hay comentarios.:

dios cristo jesús jesucristo adolescente dioses fe papa de roma omnipotencia religión decretos divinos cristianismo cristiano musulmán islam judaismo judío credo rosario