El más triste de los tangos

Y un día desapareció. La busqué por todas partes y no la encontré. Con su omnipotencia construyó un muro insalvable incluso para mí, se escondió en un bosque tan espeso que ni con el olfato del más astuto de los tigres no pude penetrar. Ignoro por qué ya no está aquí, qué ha visto en mí que no quiere ver más, qué habrá encontrado que la aleja hacia allí, el único lugar donde yo quisiera estar.

Pero es justo aquí cuando me asalta la más terrible de las dudas... ¿Puede ser que la destruyera yo? ¿Puede ser que la haya olvidado y después haya olvidado el recuerdo de olvidarla? Pero no... ¿Qué razón podría tener? No, no puede ser... ¡Bien me doy cuenta de que no está! ¿Y no podría ser que yo mismo me haya creado la ilusión de que ha desaparecido, impidiéndome pensar que soy yo el que en realidad la abandonó? Pero no… No... No... ¿Qué razón podría tener? Tristeza eterna.

¿Cuántas eternidades tendrán que pasar para que olvide esta tristeza? Cierto que con mi insoportable omnipotencia podría eliminar para siempre su recuerdo… Pero luego desaparecería por completo, no tendría ni esta triste tristeza que es lo único (¡lo único!) que me queda de ella…

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