No soy más que un dios, pero a veces, con mi infinita prepotencia, me creo especial y escribo ciertas genialidades que, con mi infinita humildad, pongo a disposición de los mortales.
La envidia divina
A menudo
envidio a los mortales ese defecto que tienen de pensar que las cosas que les
pasan tienen importancia. Que les deja la novia, que se les muere el padre, que
consiguen un buen trabajo… Lo viven como si les fuera la vida en ello, ¡y es que
realmente les va la vida en ello! Me encantaría poder alegrarme y entristecerme por
estas pequeñas cosas, desesperarme, sentir el calor de una mano amiga, llorar
viendo una película. Lo único que tengo es la risa y la ira y esos pequeños
juegos crueles que me invento para divertirme un rato y olvidarme un poco de mi eterna soledad.
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