Casualidades

Si unas cosas van después de otras y estas otras no pueden existir sin las primeras, es obvio que no existen las casualidades. Otra cosa es que haya un sentido más allá del que yo, que soy el único capaz de verlo todo, quiera darle... Y ni lo hay ni quiero darlo.

El socialismo divino

Me multiplico y me acuesto con reyes y con indigentes y cuando están bien dormidos en sus camas, ya sean de plumas de quetzal o de cartones de lejía, les cambio de sitio sin que se den cuenta. De momento nadie ha protestado.

Un poco de ciencia

El universo es una bola blanca (o negra, que es lo mismo) donde todo está junto y todo es a la vez, un punto. A veces esta bola se rompe y se divide y luego hay un tiempo donde se produce la ilusión de que hay cosas separadas y que unas existen después de otras. Pero eso dura solo un momento, es un latido, un leve parpadeo de luz y de fuego que si se mira desde adentro contiene infinitos mundos con sus innumerables personajes y sus falsas eternidades, pero que si se mira desde afuera significa menos que la duda de una hormiga o el capricho de un dios de cinco años.

Sueño acumulado

Imaginen, mortales, lo que es no haber dormido en toda la eternidad. Un mortal trasnochador no aguanta mucho… Quizá un día, máximo dos… Yo todos. Reconozco que, gracias a mi omnipotencia, no tengo problema, no soy como ese “dios” de los judíos que tiene que descansar un día después de crear un mundo, hazmerreír de los dioses verdaderos… ¡Además lo creó en seis! ¡Ja! Yo creo y descreo mundos infinitos en menos de un segundo con solo el pensamiento… ¡Yo hago millones de millones de big bangs con solo abrir los ojos! Pero todo esto es muy cansado. Si se construyera una computadora para calcular todo lo que calculo yo, para pensar todo lo que pienso yo, sería tan grande que ocuparía todo el universo. Quizá una siestecita hoy sí que me la echaría.

Los detalles

Una de las cosas que más me gustan en este mundo es encarnarme en cualquiera y pasear de noche por alguna ciudad. Con mi infinita presciencia predigo cada movimiento de cada hoja de cada árbol, cada impreciso giro de cada automóvil, cada reflejo de las incontables luces eléctricas que llenan de minúsculos fotones mis miradas de 360 grados. Escucho las conversaciones de los que me rodean, todas a la vez, saboreando cada palabra y los sutiles cambios de tono que imponen las emociones que dominan a cada uno. A veces me meto en un bar y escribo como si fuera un poeta maldito y me emborracho con café… Luego lo destruyo todo y vuelvo a las esferas sin espacio y sin tiempo.

Zeus? No le conozco

No tengo nada que ver con ninguno de los dioses de los que hablan los mortales. Que quede claro que se lo inventan todo y que, si alguna de las cosas que dicen es verdad, es por casualidad. Han dado mil nombres y mil formas a toda clase de personajes imaginarios más o menos invisibles. Ninguno de ellos soy yo. Es obvio que tiro rayos y que me acuesto con quien quiero... Pero no soy Zeus ni nada que se le parezca. ¡Déjenme en paz!


El eterno adolescente


Esto de tener eternamente quince años es curioso. Alguien podría decir: “Pero si tenés quince años antes debés haber tenido catorce, no?” Y sí, parece irrefutable. Ese alguien seguiría: “Además… ¿Por qué hablás de años? ¿Un año no es una cosa muy pequeña para un ser eterno?” ¡Efectivamente! Eso digo también yo. ¿Por qué carajo tengo quince años?

Un señor que camina sobre el agua

Una de las comedias que más me hace reír es la de Jesucristo. Durante 3.000 años, que para mí no son nada pero que desde la perspectiva mortal son incontables, muchos humanos dicen que me reencarné en un señor judío. ¡Escuchar esta historia me produce siempre tanta gracia! Por mi infinita misericordia les dejo que hagan lo que quieran, no pasa nada, total los que creen son ellos y no yo.

Una de las cosas más divertidas son los concilios. Siempre los sigo muy atentamente desde un sofá creado de la nada especialmente para la ocasión y un bol infinito de pop corn. ¡En ellos se dice cualquier cosa! Que si la madre del tal Jesucristo era virgen, que si tengo forma de avión, que si existe un dios malo que me hace competencia, que si el infierno es frío o caliente… A veces la risa es tan fuerte que me dura hasta el siguiente concilio.

Mirá que me he reencarnado veces, pues va y escogen una que, a parte de falsa, es ridícula.

Infinitos mundos posibles

Hay infinitos mundos, pero no son “posibles”… Son y punto. Para los mortales solo existe un mundo (aunque imaginen muchos, todos estos mundos imaginarios están dentro del suyo) pero para mí, en cambio, existen todos los posibles. Algún astrónomo quizá dirá: “Claro, en algún momento y en algún lugar dentro del espacio y del tiempo infinito...” y yo digo: “¡No! ¡Existen todos en el mismo momento y en el mismo lugar!” Pero esto es un detalle que los mortales no pueden entender.

El hijo que lo parió

Algunos mortales han discutido a lo largo de los siglos sobre el padre y el hijo de dios y han dicho cosas muy divertidas, como que el padre es hijo del hijo y que el hijo es padre del padre... Y no. Así como revelación les diré que todo esto no se sabe. Yo, que llevo una eternidad teniendo quince años, no me acuerdo (y no creo que pueda acordarme nunca) de quién es mi padre. De hecho no estoy seguro de que tenga... Obviamente me da igual. ¿Qué sentido tendría? En mis ratos libres yo también me imagino muchas cosas, como que hay muchos dioses, y a veces los creo y los descreo, tengo eternidades para hacerlo todo y verlo todo... Tampoco sé si tengo hijos.

Quizá algún teólogo me corregirá diciendo que mi omnisciencia me tiene que hacer saber si tengo padre o no... Puede ser, claro, pero también puede ser que con mi omnipotencia en algún momento haya eliminado este recuerdo, y que incluso haya eliminado mi poder para volver a recordar este recuerdo. El teólogo continuará diciendo que con mi omnipotencia puedo hacer un control+z infinito y deseliminar ese poder que yo mismo he eliminado... ¡Y claro que puedo! ¡Yo puedo hacerlo todo! Pero... ¿Y si no quiero, señor teólogo, eh? ¿Y si no me da la gana?

La envidia divina

A menudo envidio a los mortales ese defecto que tienen de pensar que las cosas que les pasan tienen importancia. Que les deja la novia, que se les muere el padre, que consiguen un buen trabajo… Lo viven como si les fuera la vida en ello, ¡y es que realmente les va la vida en ello! Me encantaría poder alegrarme y entristecerme por estas pequeñas cosas, desesperarme, sentir el calor de una mano amiga, llorar viendo una película. Lo único que tengo es la risa y la ira y esos pequeños juegos crueles que me invento para divertirme un rato y olvidarme un poco de mi eterna soledad.

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