Primer motor inmóvil

El mundo se mueve. Se mueve todo. Incluso cuando todo parece quieto sopla el viento, las olas acarician la arena de la playa, una lágrima recorre, lenta, una mejilla oscura, el planeta gira con su crujido sordomudo.

Yo soy todo esto y no soy nada, yo estoy afuera, tocándolo todo con el pensamiento. Levanto los brazos y empieza la sinfonía. La música es mi violencia. Acelero y desacelero la materia, hago colisionar naciones, planetas, galaxias, universos enteros... 

A veces hago pequeñas correcciones, pero la mayoría de veces me limito a un simple y virtuoso movimiento inicial, como quien suelta un trompo o lanza un insecto en una telaraña. Lo lanzo y todo se mueve solo con su brutal complejidad, su desesperante simpleza.

Y yo estoy ahí en medio quieto en todas partes.

That's all we know

Hay dos tipos de mortales, los que viven en un mundo en expansión y los que viven en un mundo en contracción. Vos, humano que estás leyendo esto ahora mismo, sos del primer tipo. Como los mortales no pueden sino vivir dentro de su propio mundo, no pueden dejar de vivir el momento que les toca. Ninguno de los dos puede imaginar correctamente como es vivir el otro.

Los mundos se expanden y se contraen de forma más o menos regular, como un corazón, eternamente si me apetece, durante un tiempo si hay un accidente o si me apetece destruirlos. La expansión que se inaugura con cada big bang es un proceso en el cual las cosas empiezan muy rápido pero donde van cada vez más lentas y cada vez están más separadas entre sí. Los habitantes de un mundo en expansión tienen en su interior una energía que se ven obligados a soltar. Esta energía se diluye y en consecuencia todo tiende a la dispersión y a la quietud, cosa que dichos habitantes intentan contrarrestar organizándose en estructuras cada vez más sutiles y complejas.

Cuando se llega al momento crítico (crítico en sentido matemático, pues de dramático no tiene nada) el mundo en cuestión empieza a contraerse. La segunda ley de la termodinámica se invierte y todo se acelera, la energía se concentra y las cosas tienden a calentarse solas. Todo lleva a la unión, por lo que los mortales, en vez de tener que esforzarse para organizarse, luchan para mantenerse al margen de la forzosa armonía a la que se ven sometidos por fuerzas invisibles. Lo fácil es la paz, hay que luchar duro para que haya una buena guerra.

Si yo fuera mortal no sé en cual de los dos momentos preferiría vivir. Lo ideal sería vivir los dos, pero esto no es posible. Los pocos que viven durante el imperceptible momento crítico donde el proceso cambia de sentido, viven tan lentamente que no se dan cuenta de nada.

Ojos, mirad por última vez

Encarnarse es peligroso. Hay que ir con cuidado y calcular muy bien el momento exacto de la desencarnación, porque sino hay el peligro de convertirse en polvo. 

He oído historias de dioses que se encarnaron y se olvidaron de desencarnarse... O les falló algo en el último momento... O se enamoraron y se conviertieron en mortales...

Aunque seguro que son todo leyendas. A mí no me ha pasado nunca. Al ser inmortal, pase lo que pase, cuando se muere el cuerpo donde vivo siempre continúo vivo. A veces con un susto terrible, hay que decirlo, pues la encarnación puede haber sido tan perfecta, me he creído tanto mi papel y he tenido tan claro que iba a morir, que cuando en vez de la oscuridad más absoluta me he reencontrado con el horrible resplandor de mi consciencia eterna me he desesperado.

La ira divina

Los mortales no escuchan a los dioses. Sus oídos están tan acostumbrados a sus propias palabras que las palabras divinas les parecen muy lejanas, de una lejanía que raya lo imposible. Son así.

A lo máximo que prestan atención es a los sacerdotes y a sus dioses inventados. Van a las iglesias como van a las canchas de futbol, para sentir la Comunidad, la Pasión, la Victoria... Pero tratando a los futbolistas como a meros títeres... ¡Sin darse cuenta de quién es títere de quién!

La distancia entre un dios y los mortales es demasiado grande. La incomprensión es mutua. El drama es que mientras los mortales tienen al resto de los mortales, yo solo me tengo a mí mismo y a estas pequeñas criaturas que no me hacen caso, que no me ven, que no me creen. Les voy a destruir. 

¡Caiga fuego sobre sus cabezas! ¡Mueran agonizantes, agonicen, sepan todo lo que pierden (¡pierden todo!) o mejor, mueran rápido, mueran sin darse cuenta de lo que es ser vivo ni lo que es ser muerto! Como les odio, malditos... Les destruiré cuando menos se lo esperen.

La astrología como ciencia exacta

Algunos humanos, observando las idas y venidas de los planetas en el cielo, afirman que las revoluciones de unos y otros están relacionados. «Hacemos lo que hacemos, ahora, porque los planetas están en esta posición. Cuando vuelvan a estar en esta posicióndicenvolveremos a hacer lo mismo. Mientras tanto, mientras llegue ese momento de la repetición, tenemos que intentar ver como, observando su paso, podemos predecir las cosas que van pasando a ras de suelo».

El planteo es completamente cierto. A cada momento de la tierra le corresponde un momento del cielo, y al revés. Lo que no es cierto es que, con su lamentable finitud, los humanos sean lo suficientemente inteligentes como para relacionar unas cosas con las otras. No pueden. La complejidad del cielo y de la tierra es tan cercana al infinito que solo es accesible a mi omnisciencia. 

Los que aceptan su ignorancia pueden gozar de la belleza de los anillos de Júpiter, limitar sus acciones a lo que pasa justo encima de la tierra y ser felices. Los que no lo aceptan pueden leer el horóscopo y darse una y otra vez contra la pared. Como en el universo no existe ni arriba ni abajo, decir que todo está escrito acá arriba es lo mismo que decir que todo está escrito allá abajo. Decir que «los planetas se mueven por lo que pasa a ras de suelo» es una verdad irrefutable.

El arte de la guerra

La guerra es el estado natural del universo. Lamentarse de ella es como lamentarse de que las manzanas caigan hacia tierra... O peor, es como intentar convencerlas de que no tienen que caer. Se puede intentar, claro, pero no hay que esperar mucho de ello.

Es lindo ver a los mortales gritando el nombre de sus dioses en las guerras. Gritan fuerte, agitando sus banderas, confiando en que les favorecerán. No sé ellos, pero lo que es a mí me da igual si ganan los unos o los otros. Lo único que espero es que haya cuantos más muertos mejor. La sangre es un gran fertilizante de la tierra, por eso hay tantas flores, tan bonitas.

El universo es destrucción y construcción. El hecho que destruir sea más fácil que construir lo explica todo. Los chinos decimos que la mejor manera de vencer a tu enemigo es esperar a que su cortejo fúnebre pase por delante de tu casa. Delante de todas las casas de la tierra, sentado cómodamente tomando un mate calentito, yo estoy ahí siempre esperando.

Atlas

Cuando un mortal muere, no pasa nada. El mundo donde estaba sigue tranquilamente sin él. Yo, en cambio, no puedo morir. Si muriera no habría nadie para enterrarme, no habría tierra, ni pala, ni mano, no habría agujero para meter el muerto ni muerto para meter en el agujero, no habría nada, porque yo soy todo y sin mí nada puede haber. Yo tengo que estar despierto siempre, vigilando, porque si me durmiera el mundo se caería en la oscuridad más absoluta de la nada, y la nada, como sabemos, es algo que no puede ser. Les aseguro que todo esto es muy cansado.

El luna y la sol

Es divertido ver como los mortales asignan sexos a sus dioses. Los humanos los dividen entre hombres y mujeres porque ellos están divididos entre hombres y mujeres, pero hay otros planetas donde los dividen entre más o menos sexos de acuerdo con su sistema de reproducción.

Es divertido también ver como asignan un y otro sexo a cada dios. Para los griegos la justicia es mujer, la industria hombre, el amor mujer, el tiempo hombre, etcétera. Para los judíos todos los dioses son uno y es hombre, que es una manera de decir quién manda en casa.

Hay religiones que ponen sexos a las cosas, el cielo, la tierra, el sol, la mar. Como es normal no se ponen de acuerdo entre ellas, y lo que para unos es la luna para otros es el luna.

¿Y yo que soy según ustedes? ¿Hermafrodita? ¿Bisexual? ¿Trisexual? ¿Infinitosexual? Todo esto y mucho más. Una prueba más de la imposibilidad de los mortales para comprender la divinidad es que tengan que ponerle un sexo. Incluso los que se han atrevido a decir que "dios no tiene sexo" dicen algo que ni ellos mismos pueden entender.

Réquiem

¡Pum!—oigo el tiro que vuela la cabeza a algún mortal. Brrrrrrrrrps...—se ahoga—agshhhhhhh—ese veneno que corroe, feliz, sus células vitales.

Yo en cambio no me puedo suicidar. ¡Es tan triste eso! Soy el ser menos libre de todo el universo. Aun con mis superpoderes, tengo mis límites como cualquier mortal... ¡Y además carezco de la capacidad de acabar con mi vida!

¿Se imaginan lo que es esto? Aunque no se suicide, un mortal siempre se muere, hay algún cambio sustancial en su existencia... ¡En la mía no! Yo siempre soy, soy el que soy, inextinguible, ¡vida eterna que más que vida es muerte eterna!

Momentos

Nietzsche estuvo siempre muy cerca de su amada verdad, sin llegar nunca a conocerla. A parte del error, comprensible, de gritar como un loco que yo mismo había muerto, afirmando incluso que nunca había existido, entre sus papelotes dejé escrito, hablando de la posibilidad de volver a nacer, que entre vida y vida, aunque medie una eternidad entre las dos, esta puede parecer que pasa en un instante, pues sin consciencia la infinitud equivale a una fresca y breve nada.

¡Pobre hombre! Limitado, no puede salir de su consciencia y de sus deseos infinitos. Es cierto que la eternidad y un instante son lo mismo. Si multiplicamos infinito por infinito sale un número más grande y más pequeño a la vez, porque en el plano eterno más grande y más pequeño son lo mismo. Es cierto, también, que podemos poner números a las eternidades infinitas... Hay realmente muchas, infinitas... Pero a la vez hay una sola. Si sos mortal no podés hacer más que desear que haya otras.

Aquellos que, obsesionados por su propia finitud, hablan de ciclos y de reencarnaciones, de eternos retornos, se acercan a la verdad, aunque la verdad es algo inalcanzable para ellos. Es verdad que todo se repite, pero también es verdad que todo es siempre diferente. Cada momento es único e irrepetible, de modo que lo que no hacés ahora no podrás hacerlo nunca más. Tener miedo de vivir ese momento, sobre todo si afirmás ser el más valiente de los hombres, es una cosa como mínimo ridícula.

Cuando vivía en Turín, nuestro querido Nietzsche estaba enamorado de una dama que vivía entre las elegantes columnas de la avenida Roma. Cada día pasaba por delante de su casa, pero nunca se atrevía a llamar. «Mañana llamo, seguro»—se decía cada vez. ¡Como le envidio! Como me gustaría ser mortal, ser un humano, vivir su gloriosa finitud, pensar que no termino en mí mismo... Morir (¡morir!) con ese dulce engaño de que volveré a nacer y de que habrá un nuevo momento para todo.

Me gustan las explosiones

Los mortales acostumbran a creerse inmortales. Es normal. Debe ser tan intolerable percibir la brevedad de la vida que hay que inventarse cualquier cosa para que parezca lo contrario. Así, se dicen a sí mismos que “continuan” en sus hijos... O intentan dejar obras (como si estas, tarde o temprano, sean de piedra o de papel, no desaparecieran)... O se ven a sí mismos como parte de algo más grande que ellos, ponele una nación, ponele una religión.

Todo es en vano: lo mortal es mortal. Por larga que sea una vida o un planeta, una civilización, una galaxia, todo acaba siempre destruido. Por eso me gustan los mortales que aceptan eso y contemplan y hasta aceleran el proceso. Quizá sea una cuestión estética. En vez de aceptar la decadencia, en vez de resignarse a esa agonía lenta y desesperante, una explosión.

Hablo de incendios y catástrofes, hablo de colisiones planetarias y de soles estallando… Hablo de bombas, también. No de bombas pequeñas, de las que amputan piernas o desmembran familias, sino de bombas de verdad, verdaderamente destructivas. Las atómicas no están mal, pero son muy limitadas. De momento no hay nadie que me iguale en técnicas de artillería. ¿Qué es una bomba de hidrógeno comparada con una supernova? ¿Qué es un apocalipsis nuclear comparado con la masiva e invisible radiación de rayos gamma que mando desde un agujero negro? Un petardito.

Un perro ladrando

Puede haber luna llena, o no. Pero es de noche. El silencio cubre inmensas extensiones de campos y ciudades... Incluso los autos, al pasar, no hacen ningún ruido, deslizándose a velocidades constantes, tenues luces avanzando trazando caminos circulares. Los grillos también han enmudecido.

Y en medio de esta calma, rompiéndola, sobreponiéndose a ella, dejándola en un segundo plano, un perro ladra. ¿Sabe por qué ladra, el perro? No lo sabe. Ladra y ya. Ladra y se convierte en un gemido de la tierra, invisible, un gemido que... ¿oyen? se va juntando ahora a otros gemidos, otros perros despertando, ladrando... Y no se ladran los unos a los otros, no, ladran todos juntos en un único ladrido sin sentido, el gemido de una tierra que quiere salir de sí misma, que quiere escapar, que quiere escapar sin saber de qué ni para dónde.

Yo, dios, soy estos perros que ladran en la noche.

Destrucción de las matemáticas

Pitágoras era un tipo insoportable. Galileo no. Aún así, los dos coincidían en una cosa: creían que las matemáticas pueden explicar el universo. Muchos "científicos" (antes, durante y después de ellos) piensan lo mismo. Se atreven a afirmar que las matemáticas son "el lenguaje oculto del universo".

Hoy les revelaré que no es así. Las matemáticas humanas se basan en decir 1 y en decir que 1 más 1 es algo diferente a 1, llamándolo 2. Ese error proviene de la imperfecta percepción humana. Una manzana, por ejemplo. Los humanos ven una manzana y dicen 1. Mal.

Para que entiendan, deben entender que una manzana no es 1. O, al menos, no és más 1 que una manzana y el manzano, o más 1 que una manzana y un campo de manzanos, o más 1 que una manzana y un grupo de gente alegre bailando alrededor de los manzanos. 

Cualquier cosa es 1. El universo entero es 1, la mitad del universo también... ¡Por lo que 1 no significa nada! No hace falta ser muy divino para darse cuenta de que 1 es igual a 1 y a la vez 1 es igual a 2, que es lo mismo que decir que 1 más 1 es igual a 1 y que 1 más 1 es igual a 2.

Entenderán entonces que no hay matemáticas que valgan. Pretender explicar el universo entero con este tipo de lenguaje es peor que esperar que un niño chino se ponga a hablar, sin que nadie se lo enseñe, en castellano. Y eso presuponiendo que exista el chino.

Digo peor porque no es una cuestión de un lenguaje u otro. No vayan a pensar que un día lo vayan a aprender. Nunca entenderán "el lenguaje oculto del universo"... Primero porque no existe, y segundo porque, en el caso que existiera, solo lo entendería yo.

Los ángeles

No hay nada más odioso que los ángeles. A diferencia de los mortales, que se mueren solos, una vez creados los ángeles tienen que ser eliminados uno a uno.

Mis criaturasustedes humanos incluídosson actores que con sus variados espectáculos me entretienen con su falsa compañía. El entusiasmo que pongo a veces en estas creaciones me lleva a organizar teatros infinitos llenos de personajes de todas las formas y colores... Pero cuando fatalmente me acaban aburriendo (todo, a la larga, acaba aburriendo) es un dolor de cabeza destruirlos.

Actualmente hay un grupito muy molesto revoloteando alrededor. Los creé quién sabe en qué eternidad y les di, a parte de inmortalidad, una misteriosa tendencia a "hacer las cosas bien". Desconozco lo que entienden con hacer las cosas bien, pues a parte de estar limitados por su finitud (son inmortales, pero no infinitos como yo) su concepto del bien va cambiando con el tiempo. Discuten entre ellos y van cambiando de opinión, y no todos de golpe, sino por grupos intercambiables, cosa que les lleva a menudo a grandísimas peleas. Esto a veces me divierte, pero como dije a la larga es muy cansino. Lo que me molesta más de ellos es su estúpida insistencia. Son como moscas. Los apartas un millón de veces y vuelven un millón de veces.

Hay algunos que, movidos por su irritante aunque entrañable prepotencia, dicen haberse "rebelado" contra mí. Su líder afirma representar el bien en una supuesta guerra contra un dios (yo) que encarna el mal. ¡Como si para mí hubiera alguna diferencia entre el bien y el mal! Ridículos y molestos, me digo a mí mismo que no los elimino por pereza, pero debo reconocer que sin ellos, a veces, mi eterna soledad sería todavía más difícil de llevar. ¡Pará, acá viene uno, pam!

La melancolía divina

El amor es infinito, aquel que se acaba presto no es amor, sino apetito—dije Cervantes.

Pero mi amor por aquella diosa fue infinito. No por durar poco deja de ser eterno. En mis eternidades amaré otras veces, infinitas, pero nunca como aquella. No es una cuestión de cantidades. Yo siempre amo eternamente, mi infinitud no me deja alternativa.

¡Si ella lo supiera! Pero ya lo sabe... Y no se cree nada. Quizá se imagina dentro de la sucesión de mis amores y se siente rebajada. Cuanta equivocación. Incluso entre los dioses hay equivocación.

Aunque me temo que en este caso el que se equivoca soy precisamente yo. ¿Por qué no acepto que aquella eternidad ya pasó? Me puedo engañar pensando que se repetirá, que habrá infinitas más, pero no. Cuando se pierde algo eterno se pierde para siempre.

El más triste de los tangos

Y un día desapareció. La busqué por todas partes y no la encontré. Con su omnipotencia construyó un muro insalvable incluso para mí, se escondió en un bosque tan espeso que ni con el olfato del más astuto de los tigres no pude penetrar. Ignoro por qué ya no está aquí, qué ha visto en mí que no quiere ver más, qué habrá encontrado que la aleja hacia allí, el único lugar donde yo quisiera estar.

Pero es justo aquí cuando me asalta la más terrible de las dudas... ¿Puede ser que la destruyera yo? ¿Puede ser que la haya olvidado y después haya olvidado el recuerdo de olvidarla? Pero no... ¿Qué razón podría tener? No, no puede ser... ¡Bien me doy cuenta de que no está! ¿Y no podría ser que yo mismo me haya creado la ilusión de que ha desaparecido, impidiéndome pensar que soy yo el que en realidad la abandonó? Pero no… No... No... ¿Qué razón podría tener? Tristeza eterna.

¿Cuántas eternidades tendrán que pasar para que olvide esta tristeza? Cierto que con mi insoportable omnipotencia podría eliminar para siempre su recuerdo… Pero luego desaparecería por completo, no tendría ni esta triste tristeza que es lo único (¡lo único!) que me queda de ella…

Holocausto

Si la felicidad de los mortales es precaria, imagínense la de los dioses, infinitamente más difícil de alcanzar. Las pocas cosas que hacen felices a los hombres son prácticamente inaccesibles para mí… Pero cuando se logra, en uno y otro caso, no hay nada superior, especialmente para mí.

A lo largo de sus siglos los humanos han imaginado las maneras más diversas de hacer felices a los dioses. Los griegos matan vacas y las queman. Los mayas arrancan corazones y los queman. Los yanquis extraen gases y los queman. ¿Cómo creen que son estos dioses, que pueden alegrarse aspirando el humo negro que mandan al cielo desde el suelo? La felicidad divina es otra cosa.

La felicidad divina no proviene de los hombres, sino de los improbables otros dioses. ¿Se imaginan a dos dioses juntos? ¿Se imaginan a dos omnipresencias juntas, el contacto total? No es solo una superposición... Es una interpenetración absoluta, una coexistencia más allá de los límites del espacio y del tiempo, una existencia única, eterna… Mientras dura.

Todo y nada a la vez

No hay palabras suficientes para describir tanta belleza. Hay una, una sola, capaz de hacerlo, pero a quien la pronuncia le estalla la cabeza. A ver quién adivina cual es.

El amor divino

Creo que me he enamorado. ¿Recuerdan la sonrisa que les dije que a veces me aparece cuando intento destruir a otro dios? Pues llegó el día en que no desapareció. Después de eternidades de lucha contra mí mismo, finalmente he descubierto algo que no soy yo.

Si quieren imaginar a una diosa, está bien, si quieren imaginar a un dios, también. Para mí no hay diferencia. Los dioses no tienen rostro, ni cuerpo, ni voz, sino todos los rostros y cuerpos y voces que se pueda imaginar. A mi amor se lo pueden imaginar como a un monstruo demoníaco, como a Venus, como la peor de sus pesadillas o como el más maravilloso de sus sueños.

Yo, limitado por mi infinitud, llevaba toda mi existencia sin conocer nada que no fuera yo mismo, y finalmente lo conocí. ¿Como podía no enamorarme de ella?

Los otros

(Quiero empezar diciendo que tengo miedo a equivocarme. ¿Cómo puede tener miedo dios?—exclama el teólogo valiente... Pues teniéndolo. Los mortales han dicho muchas barbaridades sobre los dioses, dibujándolos según lo que creen mejor de sí mismos. Por eso hay tantos dioses bellos, fuertes y valientes, y tan pocos, o ninguno, como yo.)

Tengo miedo de equivocarme cuando me digo a mí mismo, feliz, que he descubierto a otros dioses. Creo que es un miedo justificado… ¡Cuantas veces, después de interminables eras luchando contra mi propio olvido, he acabado descubriendo, cuando ya me parecía que esta vez sí que era la verdadera, que se trataba de otro engaño!

Pero esta vez no me equivoco. Con mis quince años tengo experiencia suficiente para saber que esta vez va de verdad. Declaro que he descubierto a los otros... Al menos a uno. La grandeza del descubrimiento hace inútil la consideración de lo que se ha descubierto. Sea lo que sea, es lo más grande que se ha descubierto nunca. Que sean mil o que sea uno solo, ¿qué diferencia hay?

No hay dos dioses iguales

Hay que ir con mucho cuidado cuando se habla de otros dioses, ya que casi siempre esos “otros dioses” han sido creados por mí. Como ya revelé, a veces creo dioses para divertirme, y a veces hasta elimino el recuerdo de haberlos creado, por lo que es difícil saber si son simples creaciones mías o auténticos originales.

Una de las formas de saberlo es destruyéndolos. Si haciendo uso de mi omnipotencia los destruyo en menos de un segundo, sin duda son falsos. Un auténtico dios no puede ser destruido... Al menos no he encontrado nunca a nadie capaz de destruirme. El problema es que, igual que puedo eliminar el recuerdo de haber creado un dios, puedo eliminar el poder para eliminarlo y luego eliminar el recuerdo de haber eliminado ese poder, de modo que la cosa se complica.

En mis eternidades he librado batallas increíbles, fabulosas guerras de titanes en las que han desaparecido mundos enteros en tristes aunque inevitables daños colaterales. En el fragor de estos épicos combates, mientras usaba todos mis superpoderes para liquidar al oponente, no podía reprimir una sonrisa de esperanza al creerme delante de un dios original, no creado por mí mismo y por lo tanto eterno como yo. Hasta ahora he podido con todos… ¿Con todos? No.

La belleza divina

Me enternece la concepción de la belleza de los mortales, siempre ligada al espacio y el tiempo. Una puesta de sol, dicen... Para mí no tiene sentido, ya que yo veo a la vez desde todas las perspectivas. Una chica joven, miren... Para mí no tiene sentido, pues yo veo a la vez pasado, presente y futuro.

Me cuesta mucho explicar lo que es bello para mí. No se trata de nada acumulativo (algo así como la contemplación del universo entero, o la lectura de todos los libros en uno, o la melodía que produce la sucesión de big bangs y big crunchs), no. Supongo que para mí la belleza se podría relacionar con lo inesperado. Hay que reconocer que tengo un problema, que es mi omnisciencia. Al saberlo todo y preverlo todo, podría parecer que no hay lugar para lo inesperado… Pero felizmente no es así.

Hoy les revelaré solo una cosa, algo que empezó como una sospecha pero que a estas alturas ya no estoy en condiciones de seguir negando más: he descubierto que hay otros dioses a parte de mí.

Hechos, no palabras

Siempre he considerado la opinión como una cosa de mal gusto. Yo no opino, yo hago. Claro que para mí la creación es facilísima y con un simple "yo pienso" creo mundos infinitos.

Y de regalo, una cosmovisión

Disculpen que les haya tenido tantos días sin revelaciones. Escribo tantos blogs para tantos planetas que a veces no me apetece actualizar. A ver, que se me entienda, no es que sea complicado para mí, ya que si quiero escribo quince mil quijotes en menos de un segundo, pero mi infinita pereza es tan grande que a veces incluso este mínimo esfuerzo se convierte en imposible.

Para compensarlo hoy hablaré con voz certera a los que a veces, mirando el cielo de la noche, se quedan pensando en si será finito o infinito el universo, y les diré: es finito e infinito a la vez. Vean que es una cuestión de perspectiva. Para mí es fácil, pues como dije, o diré, lo veo todo desde todas las perspectivas a la vez... Pero también puede ser fácil para los mortales si lo piensan correctamente:

El universo, que es la unidad de todas las cosas, es uno, como dice su propio nombre. No es dos, ni cinco, porque el cinco y el dos, juntos, también son uno. Visto entero el universo es solo uno, un punto, un punto minúsculo en medio de la inmensidad del vacío, la nada, aquello que no es.

Ahora viene la parte difícil de entender: El universo, para que sea uno, necesita ser más que uno, porque si fuera solo uno se perdería en medio de esta nada en la que está... Y como la nada no existe (si existiera significaría que existe algo que no existe) el universo tiene que estar en todas partes, es decir, ser infinito, pues si tuviera un fin después de este fin tendría que haber algo que no es.

Que nadie intente entenderlo pensando en un espacio o un tiempo inacabables (como si el espacio fuera un calle con una casa con jardín después de otra o el tiempo un bonito atardecer después de otro) pues como ya diré, o dije, todas las cosas son al mismo tiempo en todas partes y en el mismo sitio para siempre... Exactamente como yo.

Maldición

Grecia es un país muy lindo. No me extraña que justo ahí, entre la placidez de sus costas y la placidez de sus bosques, los humanos inventaran a mis dioses favoritos. ¡Qué gran raza esa de Zeus! ¡Qué potencia! ¡Y que bien cantaron sus poetas las luchas que los hijos, irados, libraron contra sus propios padres! Si fuera mortal, seguramente moriría en Grecia.

El caso es que en ese pedazo de tierra surgió también una gran batalla filosófica. Platón contra Aristóteles, Aristóteles contra Platón. En los libros humanos se habla mucho de sus diferencias, afirmando que son "las dos maneras de pensar". Bien. Hoy les revelaré, mortales, que una de estas dos maneras de pensar me da ganas de producir inundaciones. O sea que cuidado.

Platón se creía una especie de dios. Decía que hay unas ideas que existen antes de las cosas y que la única forma de conocer las cosas es conociendo estas ideas. Según él las ideas son eternas y tienen validez en todo el universo. ¡Pero qué insecto pretencioso! ¿Cómo pueden ser universales las imaginaciones de un tipo perdido en una ciudad perdida en un país perdido en un planeta perdido en un universo perdido entre los infinitos universos que cada mañana me como para desayunar?

Aristóteles, que a diferencia de su maestro se reía en el teatro y no se indignaba si una abeja le picaba, negaba la existencia de estas ideas previas y decía, más humildemente, que éstas se crean dentro de la cabeza de cada mortal. Reconocía que los humanos son poco más que el resto de animales que pueblan las montañas y los mares... Y de hecho de no ser por ese "poco más" le tendría aquí sentado a mi derecha. Si existiera el infierno Platón estaría quemando y Aristóteles soplando.

¿Quién sos vos?

A veces, en mis inacabables eternidades, me pregunto si no voy a resultar, al final de todo, el sueño de otro dios. ¿Qué pasaría si algún día descubriera (o no descubriera, que es lo mismo) que toda mi consciencia, por absoluta que sea, no es sino una ilusión? ¿Se acuerdan de Calderón y de sus sueños que los sueños sueños son? Pues era yo mismo disfrazado de español del siglo XVII.

La muñecas rusas siempre lloran cuando pelan cebollas porque nunca las terminan de pelar. Es cierto que en el centro, en ese imposible centro, hay un dios muy pequeñito riendo como un loco... Pero no es menos cierto que ese mismo dios también está, a la vez, comiendo muy serio una ensalada de cebolla, tomate, queso y aceitunas con la agradable compañía de la mayor de las muñecas rusas. Me temo que ni para una mente divina es posible salir de semejante laberinto de espejos.

No quiero ni imaginar las dudas que, comparadas con las mías, puede tener un mortal. Algo tan precario como la consciencia humana debe ser insoportable.

Casualidades

Si unas cosas van después de otras y estas otras no pueden existir sin las primeras, es obvio que no existen las casualidades. Otra cosa es que haya un sentido más allá del que yo, que soy el único capaz de verlo todo, quiera darle... Y ni lo hay ni quiero darlo.

El socialismo divino

Me multiplico y me acuesto con reyes y con indigentes y cuando están bien dormidos en sus camas, ya sean de plumas de quetzal o de cartones de lejía, les cambio de sitio sin que se den cuenta. De momento nadie ha protestado.

Un poco de ciencia

El universo es una bola blanca (o negra, que es lo mismo) donde todo está junto y todo es a la vez, un punto. A veces esta bola se rompe y se divide y luego hay un tiempo donde se produce la ilusión de que hay cosas separadas y que unas existen después de otras. Pero eso dura solo un momento, es un latido, un leve parpadeo de luz y de fuego que si se mira desde adentro contiene infinitos mundos con sus innumerables personajes y sus falsas eternidades, pero que si se mira desde afuera significa menos que la duda de una hormiga o el capricho de un dios de cinco años.

Sueño acumulado

Imaginen, mortales, lo que es no haber dormido en toda la eternidad. Un mortal trasnochador no aguanta mucho… Quizá un día, máximo dos… Yo todos. Reconozco que, gracias a mi omnipotencia, no tengo problema, no soy como ese “dios” de los judíos que tiene que descansar un día después de crear un mundo, hazmerreír de los dioses verdaderos… ¡Además lo creó en seis! ¡Ja! Yo creo y descreo mundos infinitos en menos de un segundo con solo el pensamiento… ¡Yo hago millones de millones de big bangs con solo abrir los ojos! Pero todo esto es muy cansado. Si se construyera una computadora para calcular todo lo que calculo yo, para pensar todo lo que pienso yo, sería tan grande que ocuparía todo el universo. Quizá una siestecita hoy sí que me la echaría.

Los detalles

Una de las cosas que más me gustan en este mundo es encarnarme en cualquiera y pasear de noche por alguna ciudad. Con mi infinita presciencia predigo cada movimiento de cada hoja de cada árbol, cada impreciso giro de cada automóvil, cada reflejo de las incontables luces eléctricas que llenan de minúsculos fotones mis miradas de 360 grados. Escucho las conversaciones de los que me rodean, todas a la vez, saboreando cada palabra y los sutiles cambios de tono que imponen las emociones que dominan a cada uno. A veces me meto en un bar y escribo como si fuera un poeta maldito y me emborracho con café… Luego lo destruyo todo y vuelvo a las esferas sin espacio y sin tiempo.

Zeus? No le conozco

No tengo nada que ver con ninguno de los dioses de los que hablan los mortales. Que quede claro que se lo inventan todo y que, si alguna de las cosas que dicen es verdad, es por casualidad. Han dado mil nombres y mil formas a toda clase de personajes imaginarios más o menos invisibles. Ninguno de ellos soy yo. Es obvio que tiro rayos y que me acuesto con quien quiero... Pero no soy Zeus ni nada que se le parezca. ¡Déjenme en paz!


El eterno adolescente


Esto de tener eternamente quince años es curioso. Alguien podría decir: “Pero si tenés quince años antes debés haber tenido catorce, no?” Y sí, parece irrefutable. Ese alguien seguiría: “Además… ¿Por qué hablás de años? ¿Un año no es una cosa muy pequeña para un ser eterno?” ¡Efectivamente! Eso digo también yo. ¿Por qué carajo tengo quince años?

Un señor que camina sobre el agua

Una de las comedias que más me hace reír es la de Jesucristo. Durante 3.000 años, que para mí no son nada pero que desde la perspectiva mortal son incontables, muchos humanos dicen que me reencarné en un señor judío. ¡Escuchar esta historia me produce siempre tanta gracia! Por mi infinita misericordia les dejo que hagan lo que quieran, no pasa nada, total los que creen son ellos y no yo.

Una de las cosas más divertidas son los concilios. Siempre los sigo muy atentamente desde un sofá creado de la nada especialmente para la ocasión y un bol infinito de pop corn. ¡En ellos se dice cualquier cosa! Que si la madre del tal Jesucristo era virgen, que si tengo forma de avión, que si existe un dios malo que me hace competencia, que si el infierno es frío o caliente… A veces la risa es tan fuerte que me dura hasta el siguiente concilio.

Mirá que me he reencarnado veces, pues va y escogen una que, a parte de falsa, es ridícula.

Infinitos mundos posibles

Hay infinitos mundos, pero no son “posibles”… Son y punto. Para los mortales solo existe un mundo (aunque imaginen muchos, todos estos mundos imaginarios están dentro del suyo) pero para mí, en cambio, existen todos los posibles. Algún astrónomo quizá dirá: “Claro, en algún momento y en algún lugar dentro del espacio y del tiempo infinito...” y yo digo: “¡No! ¡Existen todos en el mismo momento y en el mismo lugar!” Pero esto es un detalle que los mortales no pueden entender.

El hijo que lo parió

Algunos mortales han discutido a lo largo de los siglos sobre el padre y el hijo de dios y han dicho cosas muy divertidas, como que el padre es hijo del hijo y que el hijo es padre del padre... Y no. Así como revelación les diré que todo esto no se sabe. Yo, que llevo una eternidad teniendo quince años, no me acuerdo (y no creo que pueda acordarme nunca) de quién es mi padre. De hecho no estoy seguro de que tenga... Obviamente me da igual. ¿Qué sentido tendría? En mis ratos libres yo también me imagino muchas cosas, como que hay muchos dioses, y a veces los creo y los descreo, tengo eternidades para hacerlo todo y verlo todo... Tampoco sé si tengo hijos.

Quizá algún teólogo me corregirá diciendo que mi omnisciencia me tiene que hacer saber si tengo padre o no... Puede ser, claro, pero también puede ser que con mi omnipotencia en algún momento haya eliminado este recuerdo, y que incluso haya eliminado mi poder para volver a recordar este recuerdo. El teólogo continuará diciendo que con mi omnipotencia puedo hacer un control+z infinito y deseliminar ese poder que yo mismo he eliminado... ¡Y claro que puedo! ¡Yo puedo hacerlo todo! Pero... ¿Y si no quiero, señor teólogo, eh? ¿Y si no me da la gana?

La envidia divina

A menudo envidio a los mortales ese defecto que tienen de pensar que las cosas que les pasan tienen importancia. Que les deja la novia, que se les muere el padre, que consiguen un buen trabajo… Lo viven como si les fuera la vida en ello, ¡y es que realmente les va la vida en ello! Me encantaría poder alegrarme y entristecerme por estas pequeñas cosas, desesperarme, sentir el calor de una mano amiga, llorar viendo una película. Lo único que tengo es la risa y la ira y esos pequeños juegos crueles que me invento para divertirme un rato y olvidarme un poco de mi eterna soledad.

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